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Por María Isabel Urrea
Recuerdo de un 26 de Julio en San Gil.
Mónica Vergara Árias, nunca olvidará que el 27 de Agosto del 2018, perdió su casa quedándose con el vestido que llevaba puesto ese día . Como todas las mañanas, aquél día Mónica se levantó para ir al trabajo y luego de desayunar con su único hijo José Leonardo, cerró la puerta de su casa sin pensar un segundo que jamás volvería a tener el calor de su hogar, ni disfrutar de la calidez de su cama ni de las cosas que había conseguido con el trabajo de 20 años.
Vivía en la vereda El Tabor junto a sus padres a 15 minutos de San Gil cuando decide probar suerte viviendo en el pueblo. Compra el lote de 60 metros donde forma su hogar con la ilusión de invertir bien la herencia de su padre. Construye su pequeña casita en El Recodo, un barrio humilde justo detrás del Conjunto Las Palmeras en el Cerro del Bella Isla que es de estrato seis.
Ese día, el 26 de Julio, llovió todo lo que ha debido llover el 15 días en el lapso de cuatro horas. Bajó tanta agua por las montañas sangileñas que el pueblo enmudeció. En el paseo del Mango se entró el barro sacando los carros de las casas y arrojándolos a la carretera que conduce a Bucaramanga. En el barrio Rojas Pinilla se inundaron las viviendas
Cuando Mónica llega a las siete de la noche al barrio El Recodo, no podía creer lo que veía y menos caminar bien, por el barro que le llegaba a las rodillas.Le pidió a su hijo verificar el estado de la casa. Minutos después se angustia porque el agua piedras y barro llegaban a casi dos metros de altura, y que todo estaba perdido. Todo. La tragedia la vivieron siete familias pero sólo Mónica perdió todo.
Hace dos meses tuvo la visita del Alcalde Ariel Rojas quien le prometió que volverían a levantar su casa. “ Confíe que la casa la recuperamos.” Afirmó Rojas.
Pasaron los días y nunca llegó una volqueta a retirar los escombros. Han pasado 60 días y ella con su vecino Luis Hernando , quien le ha dado posada de una forma solidaria, sacaron los ripios y desechos hasta dejarla limpia como hoy se ve y donde aún se vislumbra la altura que alcanzó la inundación. Hace pocos días recibió una nevera y una licuadora gracias a una ayuda que llegó de otro país. La promesa sigue en pie, tanto como las ilusiones de Mónica. Vive en la curiosa vivienda de su vecino a donde llegó toda el agua, piedras, y barro que quiso alojar la naturaleza en su morada
A pocos metros de la entrada de esta pequeño conjunto de casitas está otro conjunto de grandes casas donde el muro posterior colapsó también, pero sin embargo, hoy, se construye un muro de contención como para sostener un puente y los obreros trabajan con esmero porque allí vive quien le hiciera la promesa a Mónica de levantar su casita de nuevo.
Texto y fotos de María Isabel Urrea.