Envejecer en el siglo XXI: crece la esperanza de vida pero con más desafíos sociales y tecnológicos

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Una resignificación del envejecimiento.

La población de adultos mayores crece significativamente. ¿Cuáles son las dificultades que se presentan en esta etapa de la vida? ¿Cómo lograr que la vejez sea un tiempo saludable?

En este comienzo del siglo XXI, se hace muy evidente un gran cambio en la forma de vivir y encarar el día a día. La tecnología ha avanzado a gran velocidad. La ciencia médica aporta nuevas investigaciones y desarrollos que permiten prevenir y enfrentar los problemas de salud desde nuevas y más eficientes perspectivas. El entorno, tanto físico como social, ofrece mejores condiciones para nuestra evolución: mejores viviendas y caminos, transporte público seguro y accesible, hábitos saludables que nos permiten mantener un buen estado físico a través del tiempo.

Todas estas condiciones ayudan a que se viva más tiempo en todo el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por primera vez en la historia, la mayor parte de la población mundial tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. Calculan que para 2050, haya 2000 millones de personas en el planeta de esta edad, es decir, un aumento de 900 millones con respecto a 2015.

Y hay más datos: para 2020, en un año más, el número de personas de 60 años o más será superior al de niños menores de cinco años. En nuestros días, hay 125 millones de personas con 80 años o más; para 2050 habrá un número casi igual de personas en este grupo de edad solamente en China, y 434 millones en todo el mundo.

Hasta aquí los números, sin embargo, lo importante es entender qué es envejecer, especialmente, en la actualidad. También según la OMS, desde un punto de vista biológico, el envejecimiento es consecuencia de la acumulación de gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, un aumento de riesgo de la enfermedad, y finalmente, la muerte. Esos cambios no son lineales ni uniformes y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa.

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Entrevistamos al psicólogo Javier Fernández Mouján, coordinador de la carrera de Consultoría Psicológica de la Universidad Maimónides, quien nos da su mirada académica sobre los diferentes temas vinculados al envejecimiento. “Definir la ancianidad no es tarea fácil, ya que en la actualidad –y en muchas, si no todas- etapas de la Humanidad, volverse viejo o vieja no es “bien visto”. La vejez no tiene buena prensa, ni glamour, ni “buena imagen”. Sin embargo, podríamos afirmar que se trata de cambios físicos que tienen que ver con el paso del tiempo y, en este caso (de la ancianidad) con la llegada a la última etapa del ciclo vital, que si bien puede durar muchos años –al punto de llegar a ser la etapa más extensa algunas veces- no deja de ser la última. No hay un comienzo de la vejez claramente delimitado: determinada edad (¿sesenta, setenta, ochenta años?), la jubilación, la aparición de canas y/o arrugas…”, asegura este profesional, con mirada amplia y experiencia en la atención desde niños en edad preescolar hasta adultos.

Dificultades en el camino

Con la prolongación de la vida, todos los países se enfrentan a desafíos importantes ya que deben generar los medios para contener a la población ante estos cambios demográficos, es decir, garantizar que los sistemas sanitarios y sociales estén acordes a esa evolución.

La OMS sostiene que para 2050, un 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos. En realidad, el cambio en la distribución de la población hacia edades avanzadas, lo que se conoce como envejecimiento de la población, comenzó en los países de ingresos altos, como el caso de Japón donde el 30% de sus habitantes ya tiene más de 60 años.

En un planeta tan desparejo en oportunidades, envejecer puede ser esperanzador o bien un tiempo de padecimiento por las carencias del entorno. “La dificultades tienen un eje fundamental: la cultura de la imagen y la idealización de la juventud (de la adolescencia, de hecho), que hace que estemos impregnados de mensajes directa o indirectamente dirigidos a evitar el envejecimiento, a querer perpetuar la juventud, a pensar que lo peor que nos puede pasar es ser viejos. Hasta la palabra “viejo” o “vieja” se utilizan con connotación negativa en lugar de simplemente describir una posible etapa del ciclo vital, no necesariamente negativa, como no necesariamente es positiva la adolescencia ni la niñez ni ninguna etapa en sí misma. Por otro lado, un sistema excluyente empuja hacia la enfermedad o al menos hacia una existencia difícil y sin duda si uno nace y se desarrolla toda su vida en una cultura para la que ser viejos es ser enfermos y decadentes, solitarios, gruñones, depresivos, etcétera… Algo de eso se cumple, aunque sólo sea por la idea negativa que se tiene que se tiene de llegar a ser lo que se es”, amplia Fernández Mouján.

En general, se supone que todas las personas mayores son dependientes y resultan una carga para la sociedad. Sin embargo, todos sabemos y observamos que si estos años adicionales de la vida pueden transcurrir con buena salud y un entorno propicio, los ancianos podrán participar activamente de la sociedad, aportando su experiencia, y participando de diferentes actividades en un intercambio enriquecedor. Las afecciones comunes a la vejez son la pérdida de la audición, cataratas y errores de refracción, dolores de espalda y cuello, osteoartritis, neumopatías obstructivas crónicas, diabetes, depresión y demencia. Por eso resulta importante que se puedan mantener hábitos saludables a lo largo de toda la vida (una dieta equilibrada, realizar actividad física periódica, por ejemplo) y llevar una vida social activa. Para Fernández Mouján, en los ancianos, “la depresión es muy habitual, porque han sido educados desde que tienen memoria bajo la idea de que ser viejos en algo terrible y que no hay felicidad posible para quienes llegan a la vejez. Agreguémosle a eso la cuota de “realidad” que tiene el hecho de estar en la última etapa de la vida, con la cultura negadora de la finitud y la muerte en la que vivimos, y se hace fácil caer en formas de depresión. Si a todo esto le agregamos pobreza y soledad, producto de desempleo, jubilaciones paupérrimas y diversas formas de exclusión… es un cóctel que se mezcla solo.»

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Hacia el envejecimiento saludable

Los ancianos son parte de nuestra sociedad, tienen un rol, la pregunta es cuál es el natural y cuál el que le otorgamos. “Es lindo pensar en un ‘rol social natural’… Suena un poco contradictorio: ‘rol social’ y ‘rol natural’– dice Fernández Mouján–. Creo que no deberíamos pensar en un rol definido unívocamente para todos los ancianos de una sociedad, que deberían depender más de sus particularidades en tanto personas y no de su edad cronológica o su status ante la AFIP o la ANSES. ¿Cuál es el rol social de los Rolling Stones, por ejemplo, o de los viejos cubanos de Buena Vista Social Club? Sin duda, seguir haciendo lo que tan bien hacen: música”.

Si bien ya hay parte de la población de edad avanzada que asume y vive su vejez en forma saludable, existen muchos ancianos que, por diversas razones, no pueden disfrutarla. Estas diferencias se basan fundamentalmente en variaciones de la salud de tipo genético, en la calidad de la vivienda, el vecindario y la comunidad, y en temas más individuales como son el sexo y, especialmente, el nivel socioeconómico. Este último factor influye concretamente en las oportunidades de acceder a una atención médica adecuada, vivienda, alimentación y vinculación social dignas.

Y sin dudas, además, de las políticas que los estados deben trazar para quienes transitan esta etapa de la vida, se impone un cambio en la forma en que esta población debe concebirse para poder generar los pasos que la alejen del padecimiento y la acerquen al tiempo de disfrutar. “Creo que es necesaria una dosis importante de optimismo para que ciertas cosas sucedan: Se superan mediante un cambio de cultura con respecto a lo que es la vejez. Saber que si llegamos a viejos o viejas es porque pudimos “sobrevivir” a todas las etapas anteriores, lo que nos hace personas muy fuertes, saber que la vida sigue y que nos queden uno o treinta años más de vida, vale la pena ser vivida con pasión, que la felicidad es posible y potencialmente podemos seguir buscando y obteniendo placer, que hay que mantenerse activo y de ser necesario cambiar de acividades…La soledad, por ejemplo, se puede superar Mediante redes: puede ser la familia, pueden ser amigos, pueden estar más institucionalizadas, pueden ser virtuales inclusive… Y, fundamentalmente –opino yo, pero lo opino fuerte-, manteniendo siempre contacto con personas de diferentes edades.” observa y aporta el psicólogo.

Muchos de los cambios que hoy vemos se han generado a fines del siglo pasado y todo ha sido muy veloz. Los avances en distintas áreas como los tecnológicos (en los transportes y las comunicaciones), la urbanización, las migraciones y las normas sociales fluctuantes inciden directa o indirectamente en la vida de las personas mayores. Muchos de esos progresos alcanzaron y produjeron efectos positivos en esta franja etaria. Es importante observarlo. “Antes –mucho antes- ni existían las jubilaciones, ahora si bien su grado de “justicia” es muy diverso en diferentes países o en diferentes profesiones, su sola existencia es un gran beneficio. También en relación a la vida sexual en la vejez se ha evolucionado, aunque sigue habiendo muchos prejuicios, también está mucho más “permitida” la vida sexual de los viejos sin ser tildados de “viejos verdes” y de las viejas sin ser vistas como “viejas locas”, ya no se espera que sean asexuados. El viagra también ha contribuido desde un punto de vista más fisiológico. También hay más posibilidades de realizar deportes o actividades físicas diversas –aunque hay una barrera, que es la económica, que se mantiene a veces más perversa aún que el viejismo”, concluye Fernández Mouján.

Tomado de TN, Argentina.com

 

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